Mujer antes que mamá
¿Mujer antes que mamá o mamá antes que mujer?
Es el eterno debate interno o la discusión más común tras la maternidad.
Primero de todo señalar que cada persona es libre de elegir entre una u otra faceta o incluso quedarse con las dos, pero ante todo no debemos juzgar a la que decide no tomar la misma decisión que nosotras. Posiblemente sean varias las mujeres y madres que al terminar de leer este post se sientan identificadas.
Durante el embarazo escuché muchas veces la famosa frase: Es lo mejor que te va a pasar en la vida.
Pero nadie me habló de las cosas menos positivas de la maternidad.
Básicamente de la noche a la mañana tu vida da un giro de 360° y nadie te prepara para ello. Tus veinticuatro horas pasan a ser de un bebé que te necesita para todo y hace que empieces a olvidarte de ti misma. A esto hay que añadir el aumento de nuestras enemigas llamadas hormonas que sólo están para desestabilizarte, la falta de sueño, el no verte bien físicamente o los consejos (no pedidos) de la gente sobre como desenvolverte en tu nueva faceta como madre.
¿Y que implica todo esto? Que no encuentres la manera de volver a tu vida anterior.
Parece que los conceptos de maternidad y abandono van unidos, pero lo peor que puede hacer una madre es olvidarse de una misma. Tienes la sensación de estar siempre disponible para los demás, pero ¿cuándo estás disponible para ti? Para tener un ratito con tus amigos o para tomarte un café con alguien que no sólo hable de lactancia y niños. A veces hasta se me hacía difícil realizar cosas que antes no valoraba, como por ejemplo, darme una ducha relajadamente.
Como anécdota, contaros que una de las cosas que más me sorprendió tras el nacimiento de mi primera hija, fue cuando una amiga de la familia se presentó en el hospital con un regalo para mi. Yo pregunté dudosa: ¿Es para mí? Y su respuesta fue: Si, para ti. Porque nunca nadie se acuerda de la madre. (¡Y que verdad!). Con el paso de los días y los meses sientes que ¡hasta ni tu misma te acuerdas de ti!
Al final te das cuenta que nosotras no podemos llegar a todo, pero es que tampoco tenemos por que llegar a todo. Todo este desencanto propio nos hace estar irascibles y pagamos esas frustraciones con los demás.
La solución consiste en delegar o dejar que te ayuden para poder encontrar esos ratitos exclusivos para ti y en la medida de lo posible “volver” a tu vida anterior. Es algo complicado al principio por varios motivos. Primero, porque tenemos un sentido de la responsabilidad muy grande. Y segundo, porque la sociedad durante muchas generaciones ha asumido que las mujeres debemos dedicarnos a tiempo completo a la crianza de los hijos.
Si es cierto, que este debate me surgió con el nacimiento de mi primera hija y fue cuando más tiempo tardé en volver a mi vida anterior. Con la segunda ya sabía como enfrentarme a las situaciones y todo fue mucho más sencillo.
Yo he decidido no renunciar a ninguna de las dos facetas y he comprobado que las dos juntas si funcionan. Todo está en encontrar el equilibrio, para ejercer tu rol de madre sin olvidarte de ti como individuo, como persona con ganas de desconectar por un momento, de tener proyectos, de seguir creciendo profesional y personalmente, o por qué no, de tener ganas de divertirte.
Este “desapego” puntual es beneficioso para ambas partes (madre e hijos) porque evita la dependencia mutua.
Hace un tiempo leí algo así como que nosotras podemos ser felices más allá de la maternidad y los hijos pueden ser felices más allá de nosotras. Estoy completamente de acuerdo con esta expresión, porque a pesar de creer en los beneficios que tiene la crianza con apego, nuestra ausencia en ocasiones les hace a los hijos ser capaces, libres e independientes.
Quédate con que la felicidad individual se consigue gracias a varios factores que pueden ser distintos para unas personas u otras. La maternidad es uno de ellos, pero también lo es el amor, la amistad, las aficiones o los retos personales.
¿Y tú?¿Con que faceta te quedas?
Miriam.
@pedaleandocontacones
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